Saltar al contenido

Arraigo

Tiempo de lectura: 4 min

Texto: Inés García Ruiz

Fotografía: Inés García Ruiz

Sentir la tierra, pertenecer y ser uno con ella. Lo aprendemos desde el comienzo de nuestra vida: si conectamos con nuestra raíz crecemos y cuando nos desconectamos nos da miedo. En la tierra donde me crié, mi abuela, mi tía y mi madre cosían en casa. Mi bisabuelo tenía una sastrería en el pueblo y hacía trajes para la comarca. Es el que aparece en la fotografía, Inocencio, detrás de la máquina de coser. Debajo su hija, mi abuela Encarna. Al fondo, de pie, mi bisabuela con otra de sus hijas.

“somos expresiones del paisaje donde nacemos”

Arraigo significa echar raíces y es el título de este proyecto que abarca el sentimiento de pertenencia a un lugar, en este caso a un pequeño pueblo de la Tierra de Campos palentina de donde procede mi familia materna y que es el punto de partida de mi vinculación con el lugar. Somos expresiones del paisaje donde crecemos. Geografía, clima y psicología van irremediablemente unidos. Estos conceptos se aúnan en las fotografías del proyecto, donde los límites del tiempo son difusos y el estilo surrealista por la gama cromática y los encuadres de las fotografías. Se propone realizar una mirada íntima al pasado, a sus influencias en el presente, mostrando las raíces familiares que provocan que un sitio sea llamado hogar, y poner en valor el trabajo artesanal, experimentando con técnicas híbridas y manuales, antiguas.

Para la realización del proyecto he intervenido algunas de las fotografías bordándolas una vez impresas. De esta forma se vinculan la idea y la técnica. Mi interés por la fotografía intervenida o híbrida ha ido evolucionando a lo largo de los últimos años. El punto de partida fue el tiempo que pasé trabajando con Nathalie Daoust, fotógrafa de trayectoria internacional que realiza proyectos experimentales, en Berlín,. Durante ese periodo, preparamos una exposición sobre Mongolia imprimiendo en serigrafía las imágenes con pegamento y con carbón. Con motivo de la preparación de este proyecto, investigué sobre técnicas mixtas (entre ellas la cianotipia) y me apunté a un curso de bordado, en el que aprendí puntadas básicas para aplicarlas luego al papel.

Este proyecto no comenzó directamente pensando en la técnica, sino que vino después de ir investigando qué significaba para mí mi vinculación con Tierra de Campos y de dónde provenía. Cuando decidí hacer bordado sobre fotografía realicé muchas pruebas en papel de menor calidad hasta que conseguí el resultado que me encajaba. Ha sido un proceso diferente al habitual, al digital, ya que para cada nueva prueba o versión tenía que esperar a imprimir las fotografías, bocetar el dibujo sobre papel de croquis y no podía equivocarme (al principio se rompía el papel). Es uno de los proyectos que más calmadamente he ido pensando y que sigue en evolución.

 

El color del hilo elegido es el rosa, que evoca ternura. Según la psicología del color, el rosa simboliza la amabilidad, lo positivo, sentimental, la sensibilidad y la infancia. He querido escoger este color que acompaña la idea enunciada del proyecto, añadiendo valor simbólico a las imágenes. Las tonalidades cálidas (naranja, rosa, magenta) se funden con el gris, blanco y negro. Formalmente encontramos licencias visuales con intervenciones expresivas y emotivas. Se utilizan elementos que actúan como metáforas (raíz, rama, rayo, tronco, grieta…) con fuertes connotaciones simbólicas.

1-2. Las flores del árbol del patio de mi casa nutren mi cuerpo, son casa. Cada vez que abría la ventana de mi habitación cuando despertaba me encontraba ese árbol, del lugar que nutre mi cuerpo. El terreno se seca, se apaga, lo consumen. Utilizan los recursos que da la tierra y se van, sin mirar atrás. Los pueblos se abandonan y con ellos sus gentes.

3. El tejido que aparece en la fotografía es un manto hecho por mi bisabuela de los retales que quedaban de los trajes de la sastrería de mi bisabuelo Inocencio. Porque ellas trabajaban, pero permanecían en la sombra. En esta foto he bordado, sobre la piel, las flores que hiló en el manto, haciendo un símil del cariño y los cuidados que proporcionaban las mujeres a sus familias.

4-5. Los cielos en Castilla son diferentes, son los más limpios de Europa y la limpieza del aire permite soñar con lo que hay ahí arriba, con lo que hubo hace mucho tiempo y con lo que habrá.

6. Arquitectura de tierra, hecha con la tierra del suelo del que volverá a formar parte en no mucho tiempo, volvemos siempre al lugar del que procedemos. Este palomar está fotografiado en el ocaso, haciendo un símil del momento en el que se encuentran estos elementos icónicos terracampinos.

7. Las estrellas, como las personas, nacen, crecen y mueren, aunque, igual que a las personas, las vemos muchos miles de años después de morir. Esta foto representa aquello que vamos a dejar después de morir, y que en ocasiones parece que ha dejado de importarnos: vivimos en el mundo como si solo existiera el presente, dejando de lado nuestro pasado y sin importarnos qué legado vamos a dejar para el futuro.

8. Como un rayo, la raíz del cielo, pero que crece de manera rápida y violenta; la cultura eclesiástica fue muy represiva y ha marcado las formas de vivir y pensar de las personas. Lugar y ser van irremediablemente unidos.

9-10. Las ramas te llevan al cielo y las raíces al suelo. Una tierra dónde quedarse, dónde soñar. Se funden el pasado con el presente, cielo y tierra.

11. Este girasol que nace, pequeño, en una tierra agrietada y yerma, como un brote de esperanza, que nace de cada una de las personas que trabajan en y para la España vaciada.

“procesos que, más allá de elogiar el brillo de las hojas, estén enfocados a que profundice la raíz”

Inés Gracia Ruiz nació y reside en Palencia, aunque pasa todo el tiempo que puede en Arconada, un pueblo muy pequeño, donde radica su origen y el de éste proyecto. Estudió Arquitectura en Valladolid y después cursó un máster de fotografía en Madrid, profesionalizando así el interés que siempre había tenido por la fotografía. El proyecto que acabas de leer, ARRAIGO, ha ganado el primer premio en el Certamen de Arte Joven de Castilla y León. Era la tercera vez que el trabajo de Inés era finalista en este certamen, pero es la primera que se lleva un premio y está muy contenta por ello y muy orgullosa de Arraigo. Respecto al certamen, nos cuenta que es una iniciativa muy buena, que se celebra una gala y se hace una exposición itinerante con el trabajo de los finalistas, pero que ella echa en falta algo más de difusión posterior de los trabajos, o que exista un impacto más allá del certamen. Nos cuenta una anécdota que ilustra a la perfección la cuestión, una frase del ganador uno de los finalistas, que se le quedó grabada: “mañana, después de la gala, tengo que seguir limpiando baños”. Quizá este tipo de actividades deberían llevar aparejado un proceso de promoción de la carrera del artista a través de formación; un seguimiento de la misma, reportajes, artículos especializados sobre su obra…procesos que, más allá de elogiar el brillo de las hojas, estén enfocados a que profundice la raíz. Aún así, cree que va mejorando con el tiempo y cada vez tiene más repercusión y alcance. Desde aquí, LPR se hace eco del trabajo que, consideramos que con mucho tino, han decidido premiar: Arraigo.