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Carta a La Perdiz Roja

Tiempo de lectura: 5 min

Damián Moreno

¡Hola chicas! He de empezar diciendo que, al principio, la idea de escribir para vosotras me intimidaba bastante porque, lo digo desde ya, en mis primeros años de adolescencia no daba un duro por Castilla y León. No la promocionaba, no me veía viviendo en ella, no la defendía y, por consecuencia, no la entendía. Algo que, al contrario, no me pasaba con mi ciudad natal, Valladolid, de la que siempre me he sentido parte y que, con sus virtudes y muchos defectos, he defendido con uñas y dientes. Es más, por poneros un ejemplo, a día de hoy todavía sigo luchando contra el apodo tan manido de “Fachadolid” y que oigo siempre que viajo a otras ciudades de España. Tú sal una noche con mis amigas, y las amigas de mis amigas, y las amigas de las amigas de mis amigas, a ver si te parece esto “Fachadolid”.

La semilla del sentimiento

 

Con el paso del tiempo se ha plantado en mí una pequeña semilla -que con los años ha ido creciendo-, de sentimiento y orgullo por la comunidad autónoma en la que nací. Sobre todo del contenido de la misma, es decir, de su gente. Porque no es fácil vivir en Castilla y León, seamos sinceros. Igual si estuviéramos más cerca de la costa, disfrutando de una temperatura fantástica, los problemas que padecemos se verían de otra manera (aunque quizá nos sentiríamos igualmente miserables, como Tanya McQuoid en la segunda temporada de The White Lotus en sus vacaciones de lujo en la costa Siciliana. Eso sí, tristes pero siempre guapas.)

 

Algunos os preguntaréis cómo se puede estar orgulloso de algo de lo que no has decidido formar parte. Pues bien, sí se puede, y generalmente te das cuenta de ello cuando te marchas de un lugar que quieres mucho. Y si no, que se lo digan a algunas de mis amigas, a las que conocí de Erasmus, y que son de Valencia, Tenerife y Córdoba. Ellas hacen gala de sus comunidades autónomas siempre que pueden y éstas conforman sus personalidades, costumbres diarias y sus estados de ánimo. Te las venden de tal manera que, sin darte cuenta, les has comprado la tienda entera y encima les dejas hasta propina. En ese sentido creo que uno de los rasgos castellanoleoneses por excelencia es el mantener un perfil bajo respecto a nuestra tierra, entendiéndose por ello no hacer excesivo ruido y no anunciar sus virtudes -que son muchas-, a bombo y platillo. Esto se explica muy bien con las fiestas más representativas de cada comunidad autónoma -verdaderos termómetros de los rasgos y características de las sociedades que las conforman-, como puede ser San Fermín en Navarra, las Fallas en la Comunidad Valenciana o el Carnaval en las Islas Canarias. Los castellanoleoneses no tenemos la culpa de que nuestra fiesta más significativa sea de recogimiento, como es la Semana Santa. 

Nuestras joyas arquitectónicas, paisajísticas y culinarias no las conoce casi nadie porque no se promocionan lo suficiente

 

Nuestro carácter castellano, que una vez escuché comparar con un riquísimo y tierno fruto recubierto por una cáscara dura y con aristas puntiagudas (gasp in Spanish!), unido a la dejadez pura y dura de nuestros dirigentes, no permite que nos vendamos como nos merecemos. Porque anda que no vemos anuncios en la televisión nacional de turismo de otras comunidades autónomas -por poner un nimio ejemplo-, cuando nuestras joyas arquitectónicas, paisajísticas y culinarias no las conoce casi nadie porque no se promocionan lo suficiente. Y este año ni de lo propio podemos hacer gala, ya que el gobierno de coalición PP-VOX ha sustituido el festivo por la fiesta del Día de la Comunidad, que es el 23 de abril, por el día de Santiago Apóstol, el 25 de julio. Este será mi primer año en la conmemoración de Villalar, y no sólo voy por j*der, tenía pensado ir antes, pero así me estreno a lo grande. Con o sin festivo.

Mantener la llama prendida

 

Politiqueo casposo aparte, la percepción de nuestra tierra para algunos de nosotros ha ido cambiando, y aquí es cuando La Perdiz Roja juega un papel importante: el de potenciar ese sentimiento y mantener la llama de castellanismo prendida entre la juventud. Por supuesto, un magazine no puede -ni es su función-, arreglar los males endémicos que sufre CyL, y para los que parece que no hay solución y sólo nos queda resignarnos, pero sí puede poner su granito de arena en la construcción de un sentimiento que, al final, nos haga reaccionar. 

 

Uno de los problemas más cercanos a mi generación y al que nunca deberíamos enfrentarnos los jóvenes castellanoleoneses, es la obligación de marcharnos. Para muchos, y entre ellos me incluyo, el sueño adolescente era echar raíces en ciudades como Madrid, o Barcelona, llenas de oportunidades -principalmente laborales-, de las que por Castilla y León escasean. En mi caso fue Madrid, una ciudad muy acogedora por su gente, tremendamente imponente, pero que no está hecha para todo el mundo; especialmente si eres un recién graduado con un contrato en prácticas, un piso en alquiler que pagar y la típica ansiedad heredada de este ecosistema tan extraño que es el mundo que nos rodea. Cuando tienes claro que quieres irte apenas miras atrás, pero, ¿y los que se van empujados por la falta de oportunidades y dejan su corazón aquí junto a sus familias y amigos?, ¿y los que no pueden volver?

Castilla y León siempre ofrece a su gente las oportunidades que tiene a su disposición y les añade un toque de calidad de vida, ese bien intangible tan preciado en la actualidad, pero evidentemente son pocas y -añadiría- cada vez son menos. A nadie se le escapa que nuestra comunidad no nos puede retener, buenas condiciones mediante, a la mayoría de los jóvenes que quieren continuar con su vida aquí. El talento se nos escapa entre los dedos y este es solo uno de los muchos obstáculos a los que hacemos frente actualmente en nuestra querida comunidad.

 

Por ello, hay que pasar de las palabras a los hechos, y La Perdiz Roja tiene mucho que decir, ocupando un espacio y satisfaciendo una necesidad que existía, pero que los medios de comunicación tradicionales no han sido capaces de detectar. 

A través de las historias, la fotografía y el humor, deben seguir reflejando la realidad de nuestra comunidad y, a partir de ahí, que cada uno pueda extraer sus propias conclusiones. Ya de nosotros mismos dependerá el salir a la calle y defender a Castilla y León y las oportunidades para sus jóvenes; a sus mayores para que puedan envejecer de manera digna; a su medio rural, que languidece a una rapidez pasmosa; a su maltratada Sanidad Pública; y a sus bomberos, que tan mal lo pasan año tras año por pésimas condiciones. Seguro que me dejo otros muchos colectivos, pero entendéis a dónde quiero llegar.

Reflexionando, me doy cuenta que todos los años suelo estar al pie del cañón en actos reivindicativos por la defensa de la igualdad, como el 8M; o de repulsa cuando ocurren terribles sucesos, como el asesinato homófobo de Samuel Luiz; pero, casi nunca en un tema relacionado directamente con CyL. No estuve ahí  para defender mis derechos, ni los de mis mayores, ni, en definitiva, a mi comunidad. Porque es el sentimiento lo que te lleva a estar allí y yo, como otros tantos, no lo tenía. Ahora, eso ha cambiado. Gracias a LPR por la parte que le toca.