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Carmen Abril Martín
Si hay una provincia aislada y olvidada de la ya en sí aislada y olvidada Castilla esa es, sin duda, Soria. Para muchos, Soria es simplemente un sitio que está donde Cristo perdió la chancla, donde nunca se plantearían ir porque no llega la autovía y que sirve, en todo caso, para componer aquella frase socarrona de “eso no se lleva ni en Soria”. Este artículo es para ellxs: que os den.
No, es broma. El artículo no es para ellos, pero sí viene un poco a responder a esa frase hecha del imaginario español. “No se lleva ni en Soria”. Este verano, gracias al Covaleda Fest, Soria se lo ha llevado todo.

Dos tipos de personas
Aunque este artículo es para hablar del festival -el más moderno y más guay que se ha celebrado este verano en España (no hay competi ni discusión, lo han dicho hasta en Mondosonoro)- sí que es verdad que nos sirve también para hacer una clasificación de la población española que llevábamos tiempo queriendo hacer.
Hay dos tipos de personas muy bien diferenciados, según su relación con Soria:
Están los que decíamos al principio (no les dedicamos ni una línea más, catetos) y los demás.
Hay quienes, más que tener Soria olvidada o despreciarla, la veneramos como a una Diosa misteriosa y vamos de visita siempre que podemos. Ningún lugar de España es tan antiguo, soberano y regio como Soria. Soria entera es como un corazón de buey tallado en piedra. En Soria está Numancia, una ciudad completa que se hizo el harakiri antes que romanizarse (el rial castellano es orgulloso persé); Soria está llena de construcciones templarias, tiene bosques espesisímos, sistemas montañosos y lagos glaciares; acogió a Becquer y a Machado, los encandiló; tiene mucho más panorama y vida joven de lo que se cree, jurado. Además, tiene las mejores setas, y ni hace falta hablar de los torreznos. En ningún lugar del mundo puede uno comerse unos torreznos así.

COVALEDA FEST
Soria es la caña de España, pero, de nuevo, este artículo no va sobre eso (algún día), sino sobre un hecho insólito acontecido este verano por primera vez allí, del que tuvimos la inmensa suerte de ser testigos y para cuya segunda edición ya estamos tachando los diítas en un calendario: el Covaleda Fest.
Desde el momento en el que vimos el cartel y nuestros ojos fueron de los artistas (Technasia, Morad, Feid) al emplazamiento (Covaleda, Soria) nos chisporrotearon los ojos de ilusión y les tiramos al direct.
Les explicamos qué hacíamos y porqué nos parecía que su festival era un regalo del cielo y queríamos ir sí o sí. Fueron ultra majos, y no en todos los festivales para los que hemos solicitado pase lo han sido (incluso aunque nos lo hayan dado).

De un tiempo a esta parte, los festivales se han multiplicado como las setas por el monte. Cada vez hay más propuestas y cuesta más decidirse. Algunos son multitudinarísimos y tratan a sus asistentes como animales de (macro)granja. “El camping del Bo*******, como la mili, pero pagando” comentaba con ingenio un pobre chaval torrado por el sol una foto de Instagram. Otros se centran en un tipo de música concreto, poniéndoselo difícil a los grupos de amigos (o a las personas) con gustos mixtos. Todo tecno, todo reguetón, todo indie. La mayoría busca un nombre cool, que represente el mood que quieren plasmar, olvidándose un poco del territorio que los está acogiendo y convirtiendo así el emplazamiento en intercamiable de año a año.
El Covaleda Fest ha tomado el nombre del pueblo donde ha visto la luz su primera edición, atándose así a él para siempre y, con perdón de sus vecinos, poniéndolo un poco en el mapa. No sólo eso, sino que lanzó una oferta para todos los artesanos locales que quisieran poner un puesto en el recinto los días de festival (y entradas por 10 euros para todos los oriundos). La verdad es que han escogido un emplazamiento brutal, un antiguo campamento militar en medio de un inmenso bosque de pinos.


El Covaleda Fest ofrecía una variedad musical sin precedentes y absolutamente exquisita:
Para los amantes de la electrónica de todo registro (los encargados siempre de cerrar las noches), una carta de lujo: Hector Llamazares, Wade, Cloonee, Viviana Casanova, Sita Abellán…
Para los indies, intensos y románticos pero a la vez amigos de los pogos: Depresión Sonora, Paranoid 1966, Hens, Natalia Lacunza, Orslok, Rusowsky…
Y los traperos y reguetoneros estaban de especial suerte, porque la selección era para caerse de espaldas, especialmente por las propuestas internacionales: estaban Feid, Snow, Aleesha, Polima, y también Pierre Bourne, Central Cee, IAMDDB, (!!), aunque también hay que destacar las nacionales: Recycled J, Morad, Bny JnR, Kaidy Cain, Rels B…
Variedad y calidad, cualidades rara vez juntas. Y chorros de rollo.


Otra cualidad difícil de encontrar en un festival: Comodidad.
Sí señor, así como lo oís. Los afortunados asistentes a la primera edición del Covaleda Fest estuvimos muy cómodos. Nos encontrábamos en medio de un bosque espesísimo de pinos adultos. Por algún motivo el suelo, en lugar de estar cubierto de tamuja, lo estaba de césped. El recinto es un antiguo campamento militar y actual camping, por lo que estaba completamente equipado (es decir, se podía mear sentado) y no sólo eso, sino que era precioso. Una ermita pequeña por aquí, un antiguo arco de piedra por allá, monolitos conmemorativos…Nosotros estábamos en una parte pequeña del bosque, pero el bosque no se acababa. Discurría un riachuelo cerca del camping, donde podía uno meter los pies de resaca y tumbarse a descansar (se veían vacas paciendo a lo lejos y el riachuelo estaba cuajado de renacuajos).
El Covaleda fue cómodo gracias al bosque y también fue respetuoso con él. En todo momento hubo un retén de bomberos preparado, se repartían ceniceros por doquier y se concienciaba sobre el riesgo de incendios. Después del trauma que traíamos de la expedición por Zamora, esto fue muy importante para nosotras. También que hubiera un punto arcoiris y un punto violeta, cosa que tampoco ocurre en todos los festivales.

A ver, y qué más contaros. Nos lo pasamos de miedo. El camping pegado a los escenarios, los escenarios pegados entre sí. Era como estar en un minipueblo-asentamiento hippie, podías fluir de un lado a otro como el señor Burns en el capítulo de “os traigo la paz”, era imposible perderse. En total había unas 10.000 personas. Son muchas si las comparamos con la población de Covaleda (para futuras ediciones habría que preparar mejor al pueblo, pues se vieron un poco desbordados por la demanda de desayunos reparadores y hielos), pero muy pocas si se compara con otras citas del verano. Se estaba de lujo.
Agradecimientos y Menciones
¡Ah, sí! Mención especial para nuestros dos cantantes revelación castellanos. Por un lado KOGOR que abrió el festival y nos abrió la cabeza con un perreazo marciano. Después tuvimos la suerte -y el descaro- de hablar con él y ¡resulta que el tío es de Soria! Hemos quedado en ir un día a por setas juntos, así que stay tunned a eso y stay tunned en general porque ese tío lo va a reventar.
Por el otro, J DOSE, rapero más consagrado, al que sí conocíamos porque de hecho una de nosotras estudió Sociología con él en Salamanca (!!), pero al que nunca habíamos visto en concierto. Rap serio (y a la vez dulce y bailón), cuidadísimo, instrumental impecable, saxo…¡¡y de postre, pogo!! pero un pogo con él, que se bajó del escenario, lo organizó y … ¡¡pimmba!! de los mejores pogos en los que una servidora ha estado, aunque me valiera una buena herida en el pie que por poco se lleva parte de mi tatuaje favorito. Un absoluto crack, el salmantino Dose.


También hicimos nuestra primera tentativa de Chustilla y León Televisión. Básicamente, les preguntamos a los chavales en el camping (que solían encontrarse algo perjudicados por las bebidas espirituosas y el sol) cosas graciosas sobre Castilla. La gente (casi toda) era majísima, había mucho castellano, mucho soriano, y todos parecían tener en común que odiaban Valladolid 🙁 pero nos reímos un motón. El vídeo se está cocinando aún, pero pronto estará listo y puede que arruine unas cuantas reputaciones (agárrense). Un saludo especial para Aleesha, que nos mandó otro (lo incluiremos en los créditos, qué ilusión), y nos permitió plantarle una pegatina en la chupa. Saraut La Patrona! Un beso muy fuerte también para Black Saphire, que nos dejó subir al escenario a cerrar el festival a su lado (el mañaneo más divertido de la historia).


Gracias de corazón a toda la organización del Covaleda Fest por invitarnos, pero sobre todo por hacer lo que han hecho y por hacerlo como lo han hecho. Se nos infla el corazón de la alegría y del gusto de haber podido pasar la resaca de ver a Morad y bailar Technasia hasta las mil jalándonos unos torreznos deliciosos al pie de un río cristalino y helado de las nieves del Urbión. Qué pasada. Así sí. Hasta el año que viene. ¡Viva el Verano Castellano!