Collages de Cecilia Jimenez (@lagalana_collage)
El 8M es el día de todas las mujeres y las niñas. La lucha por sus (nuestros) derechos está lejos de haber terminado y el camino hacia la igualdad todavía se pierde, zigzagueante, en el horizonte. No queda otra: seguimos luchando, y seguimos caminando, juntas, por todas nosotras.
Aunque el 8M es el día internacional de todas las mujeres y su lucha, este año en LPR queremos homenajear de manera particular a todas las mujeres rurales. Porque se encuentran en una situación de especial vulnerabilidad frente a las distintas violencias, y también porque ostentan una manera especial de sabiduría y de grandeza.
Vamos a dedicarles dos semanas y dos artículos. El primero, éste, habla sobre Violencia de Género en las Zonas Rurales. El segundo, que se publicará el jueves que viene, habla sobre Salud Mental y Mujer Rural. Pero no queremos sólo señalar de qué manera las mujeres rurales se ven afectadas por problemáticas que afectan, en mayor o menor medida, a todas las mujeres del mundo, sino reivindicar también de paso su papel en éste: subrayar de qué manera las mujeres rurales le aportan al mundo una riqueza irrenunciable, sin la cuál éste, prácticamente, no podría seguir girando.
Más fuertes y a la vez más vulnerables, las mujeres rurales cuidan y enriquecen el mundo. El mundo les debe, como mínimo, lo mismo de vuelta.

8M: Violencia de género y mujer rural (caso Castilla)
Violencia de género
La VG no es la violencia ejercida sobre las mujeres por sus parejas o ex parejas (como la definió la ley orgánica 1/2004), si no toda la violencia sistemática infligida sobre las mujeres y niñas a lo largo y ancho del mundo. Tampoco tiene porqué implicar violencia física. En el Convenio de Estambul de 2011, además de los diferentes ámbitos donde podía sufrirse más allá del de la pareja (el familiar, el laboral…), se reconocían nuevas formas de violencia contra la mujeres, más allá de la física (psicológica, sexual, económica).
Aunque en el mencionado Convenio, organizado por el Consejo Europeo, se declaraba que todas las prácticas de VG atentan contra los DDHH de las mujeres y las niñas y se insistía en la obligación de los Estados de de poner en marcha medidas para luchar contra todas sus formas (atención a las víctimas, condena del delito y reparación del daño, educación, prevención y sensibilización social) aquí estamos hoy, como decíamos al principio, con un largo camino que recorrer a nuestros pies.
Zonas rurales
Aunque la definición oficial de zona rural en nuestro país es “espacio geográfico formado por la agregación de municipios o entidades locales menores que posean una población inferior a 30.000 habitantes y una densidad inferior a 100 habitantes por km2”, no se entiende lo mismo por zona rural en Castilla que en el Levante. Aquí, esos municipios o entidades locales menores rara vez llegan a agrupar una población superior a 5.000-6.000 vecinos, y los más pequeños, literalmente pueden componerse de 5 o 6. La conformación del rural castellano está definida por unas dimensiones reducidas, una morfología apiñada y una relación estrecha con el campo y el sector primario. También, todo hay que decirlo, por unos servicios públicos en muchos casos deficitarios y reducidos.

8M: Violencia de Género y zonas rurales
Brevemente definidos ambos elementos, hablemos ahora de su relación.
Nos dirigimos a quién lee: A priori, qué cree usted ¿Hay más VG en las zonas rurales o en las urbanas?
Tiene sentido hacerse la pregunta, puesto que existe un cierto estigma que relaciona la ruralidad con una especie de “brutalidad” en el carácter. Existe el prejuicio, por decirlo de otra forma, de que “en los pueblos son unos bestias”, por lo que unx podría inclinarse, así sin pensarlo mucho, a pensar que hay más VG en el medio rural, donde, además, existe una mayor vigencia de los roles tradicionales y los nuevos movimientos sociales permean más lentamente.
Sin embargo, los datos parecen indicar lo contrario.
La tasa de denuncias por violencia machista y de consultas al teléfono 016 es inferior en las Comunidades Autónomas más rurales.
La Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2015 indica que las mujeres de entornos rurales (definidos como aquellos de hasta 2.000 habitantes), manifiestan haber vivido violencia física por parte de cualquiera de sus parejas a lo largo de su vida en menor proporción (6,6%) que las de ambientes urbanos (10,9%); y el 71,2% declara no haber sufrido ninguna violencia machista en el medio rural frente al 64,3% en el urbano.También, las mujeres de municipios con poca población usan en menor proporción los servicios de la policía o los juzgados ante la violencia de género, o para interponer una denuncia (17,1%) (Ministerio de Igualdad, MUJERES VÍCTIMAS DE VIOLENCIA DE GÉNERO EN EL MUNDO RURAL).

Ahora, no todo son datos en este mundo y, aunque el mito de la bestialidad rural está mucho más cerca de ser una leyenda que una realidad, hay que tener en cuenta que uno de los principales problemas en el análisis de la VG es, precisamente, que se mide en función de las declaraciones y las denuncias presentadas. Es decir, que depende de que las mujeres victimizadas estén en disposición de identificarse como tal y de denunciarlo. A menos denuncias, menor tasa, refleje esto o no la realidad*. Y las mujeres que habitan el rural a menudo tienen más dificultades para encontrarse en dicha disposición.
Primero porque suele tratarse de una población envejecida, que ha estado expuesta en menor medida a recursos de sensibilización. “Probablemente en el medio rural el reconocimiento de la violencia de género, y en particular la psicológica, es menor, en especial en las mujeres de más edad, más acostumbradas a ‘obedecer, oír, ver y callar’ que las generaciones más jóvenes.
En las comunidades rurales existe un intenso control social*, el miedo a qué dirán por una menor privacidad, por vergüenza personal y familiar, por miedo a la estigmatización, por la ausencia de anonimato propia de las comunidades pequeñas. En los municipios de menos de mil habitantes las mujeres se muestran muy reticentes a hablar de esta violencia al considerarlo un asunto privado.” (Fundación Matrix)
Es más fácil identificar y actuar ante estas cuestiones cuando se ha recibido sensibilización previamente y eso es algo en lo que nuestra generación cuenta con ventaja. Pero este menor acceso a procesos de sensibilización tira de la manta sobre otra cuestión, que va más allá de la generacional y que es el menor acceso a los servicios en general.
Según un informe presentado por FADEMUR (Federeción de Asociaciones de Mujeres Rurales) “No es que en los pueblos haya más violencia contra las mujeres, pero en ellos estamos más desamparadas”. Este informe destaca en sus conclusiones la importancia de intervenir sobre este tipo de delitos en el ámbito rural, ya que queda patente la desprotección que sufren las mujeres residentes en esas zonas.
Desde FADEMUR se insta a las instituciones a destinar más recursos para estas localidades, encaminados sobre todo a la prevención del delito y a la protección de sus víctimas. A su vez destaca la necesidad de coordinar todos los servicios disponibles especialmente en estas situaciones.

En conclusión: NO hay más violencia machista en los pueblos que en las ciudades, de hecho, y a la luz de los datos, hay menos. Sin embargo, no hay que creer a pies juntillas en estos datos porque en los pueblos la víctima tiene más dificultad en el acceso a los servicios de denuncia y por tanto se encuentra más desprotegida y es AQUÍ donde hay que poner el foco, especialmente en la prevención y la sensibilización, a través de talleres y charlas, pero también a través de servicios y mecanismos de actuación ágiles y efectivos.
Identificar la VG es difícil, tomar la decisión de denunciar más aún, y si a todo ello le sumamos la dificultad de acceso a los procesos, apaga y vámonos. Y eso es lo que hacen muchas mujeres, irse. Y sin ellas, el rural sí que no tiene futuro.
Nosotras creemos en un futuro para el medio rural con unos servicios efectivos y coordinados, y bien nutrido de programas de sensibilización contra la VG. En un futuro en el que el rural se convierta en un ejemplo de safe space para las mujeres. Creemos que algo se está avanzando en el camino, pero aún queda mucho trecho.
*Lo ideal, desde luego, es que este control social se ejerza, pero sobre el agresor y no sobre la víctima; que en cuanto se empiece a percibir signos de violencia machista todo el mundo señale y censure al agresor. Que los corros de señoras se conviertan en Tribunales de justicia informal rural (en muchos casos ya será así y muchas vecinas, más que vigilarse, se cuidan)
*Por eso es muy importante denunciar siempre, aunque sea un proceso tortuoso y que nos revictimice; hay que hacerlo por la Sociedad, por las que vendrán, aunque es mas facil de decir que de hacer.