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Arde Zamora

⏰Tiempo de lectura:  13 min

Carmen Abril Martín

Son más graves

No hay más que ver el telediario, especialmente cuando sacan el mapa de los focos activos, para darse cuenta: España entera está en llamas

Todos los incendios son una desgracia y precisan atención y medios. Sin embargo, hay algunos incendios que pesan más que otros, y curiosamente son los que menos atención y medios reciben.

En Zamora, a 25 de julio, ya han ardido más de 50.000 hectáreas. Y digo a 25 de julio porque está cifra no es definitiva, y de hecho aumenta cada día. Mientras escribo esto, 6 pueblos acaban de ser evacuados por reactivación de focos. 

Arde Zamora
Mapa de incendios en España en julio de 2022 | Vía ElPlural

No sólo es Zamora; también hay incendios y evacuaciones en Ávila, Salamanca, León y Burgos. Si los incendios que arrasan Castilla y León, y de modo particular el de la Sierra de la Culebra en Zamora, nos preocupan más que el resto no es sólo por una cuestión de target, no es porque seamos una “revista castellanista”. Es que son más graves, más sangrantes, más terribles y funestos. Lo son con los números en la mano (en hectáreas calcinadas), pero también si nos ponemos a profundizar más en la cuestión:

 

Son más graves porque ocurren en zonas empobrecidas y vaciadas (que no pobres, ni vacías, pues estaban a rebosar de riqueza natural), en las que un amplio porcentaje de la (poca) población que permanece, vive de todo lo que ha ardido: de los montes, de la agricultura, del turismo de naturaleza.

Son más graves porque, precisamente por empobrecidas y vaciadas, los medios a su disposición son (ridículamente) insuficientes. Y porque uno de los principales agravantes ha sido una nefasta gestión (antes, durante, y después de los primeros incendios): una situación que podría haber sido anecdótica, “natural”, se ha convertido en una catástrofe con todas las letras.

 

Son más graves porque sí, los bosques autóctonos se regeneran solos, pero en muchos casos -como en el de la Culebra- lo que ha ardido son plantaciones forestales productivas que, más o menos pertinentes, estaban ahora “empezando a merecer la pena”, suponiendo trabajo e ingresos para los pueblos.

 

Son más graves porque las personas encargadas de combatirlos están en las peores condiciones de todo el país. Cobran el sueldo mínimo, tienen contratos de tres meses, se les exigen turnos de hasta 24 horas (por supuesto de manera extraoficial) y la peligrosidad extrema es recompensada con bonus absurdos (de un euro o dos (al día, no a la hora)) y con exactamente la misma edad de jubilación que un oficinista.

 

Son más graves porque han muerto dos personas. Una de ellas es precisamente un brigadista de 62 años a quien quizá, bajo una normativa más justa, le habría tocado asistir al incendio desde fuera, y no desde la boca de las llamas. Desde aquí mandamos todo nuestro apoyo a su familia y lamentamos profundamente lo ocurrido.

Esto de “las peores condiciones de todo el país” no es una exageración, lo sostienen hasta bomberos de otras provincias (como podéis ver aquí) y es una de las primeras cosas que nos contaban los chavales de Ferreras de Abajo cuando fuimos a verles. Gracias por cierto a Nico Rodríguez Crespo, nuestro fotógrafo zamorano y amigo, por invitarnos a hacer este reportaje y a Omar, Espe, Alba, Alicia y compañía, por llevarnos en sus todoterrenos por toda la zona afectada y sobretodo por hablarnos de su desgracia y permitirnos compartir su indignación y su dolor. Gracias también a David y a su padre Luis, por compartir con nosotras la historia heroica (y por llevarla a cabo) que se cuenta en la segunda parte del reportaje. 

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Arboles quemados en la Sierra de la Culbra | Foto de @nico.rodriguez.crespo

Peón de montes

Llegamos al bar de Ferreras de Abajo, donde hemos quedado con Omar. En la terraza unos señores juegan al mus y la estampa casi parece la de una  tarde apacible de verano en el pueblo, aunque sí es verdad que se adivina en el ambiente que algo no está bien, que no es un verano más. Por el camino hemos visto una zona de pinares quemada, pero nada en comparación con lo que nos quedaba todavía por ver.

 

Nos encontramos con los chavales del pueblo, que tienen semblantes apesadumbrados, pero aun así son simpáticos y afables con nosotros. El camarero nos da unas botellas de agua helada para el camino y salimos hacia los coches. En la camiseta de Omar pone “bomberos forestales”, así que le pregunto si es bombero. Una sonrisa amarga, un silencio…y después me explican que, en Zamora, la figura de bombero forestal no existe: son peones de montes.

Peón de montes. Contrato de tres meses: julio, agosto y septiembre (recordemos que el primer incendio empezó el 15 de junio), con nómina mileurista. Después, durante el año, tareas livianas (contratas puntuales, que de livianas no tienen nada). Como decíamos arriba, los bonus por disponibilidad total  y por peligrosidad son insultantes. La propia categorización es en sí ofensiva. Peón de montes. En la prensa los llamamos “brigadistas”, pero en la nómina pone “peón”.  Incluso los técnicos en extinción desde helicóptero son peones, “peones especialistas”. Omar nos cuenta que, en una de las fotos que se hicieron virales los primeros días, la gente preguntaba en los comentarios “¿por qué en el uniforme pone peón especialista?” Hasta donde yo sé, una persona que se dedica a extinguir fuegos es un bombero, pero bueno. La cuestión lingüística al final es lo de menos, lo grave son las condiciones y el hecho es que, al tratarse de un puesto de trabajo excesivamente precario, el resultado es que la gente abandona en cuanto encuentra cualquier cosa más digna. Lo peor es que perfectamente podrían estar contratados 9 meses o más, y dedicarse precisamente a las tareas que habrían atenuado esta desgracia (“en toda la sierra, podías contar los cortafuegos limpios y te sobraba una mano”) o, directamente, a entrenar. Pero nada, tres meses. No es que sea un trabajo con malas condiciones, es que es un trabajo temporal, peligrosísimo y fatal pagado.  “Aún antes -nos cuenta- que en otoño podías hacer la temporada de setas y castañas y sacarte un suelo o dos…se iba tirando, pero eso ya nada.”

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Bombero trabajando en el incendio de la Sierra de la Culebra | Foto de @ana.burrieza

Ya nada 

Empezamos a hablar de lo que se ha perdido. “Todo esto era pinar plantado por nuestros abuelos hace 50-60 años. Estaba en su momento de máximo rendimiento, se sacaban unos pinos estupendos, rectos como velas, para vigas…esto iba a empezar a producir de verdad ahora. Aquí había trabajo para 20 cuadrillas durante 20 años. Mucha gente critica lo de plantar pinos en su día, y es verdad que ha sido parte del problema y que medio engañaron a toda la gente de por aquí para ponerlos, pero oye, también en su día sirvieron a muchos para sacar adelante a su familia y quedarse en el pueblo, en lugar de marcharse”. Aunque admite que es verdad que el incendio extendió como se extendió en gran parte por ellos, y que donde paró y se pudo abordar es porque había un robledal”

Espe, que también es técnico de montes, nos explica que el bosque autóctono de aquí es de roble y el castaño, que tienen más humedad, arden más lento y además, retoñan (se replantan solos, por así decirlo). 

 

Además de algunos castaños y robles centenarios, y de los pinos que plantaron sus abuelos pensando en el porvenir de sus nietos, también ha ardido el micelio, el “germen” de las setas, otra gallina de los huevos de oro, natural de estos bosques y que en temporada producía cientos de kilos al día (a 12/14€ que está el boletus de monte, echad cuentas). 

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Pinar | Foto de @nico.rodriguez.cresp

En dos meses se han olvidado otra vez de nosotros

El Toyota avanza por los caminos levantando polvareda y el espectáculo que se extiende a través de las ventanillas es solemne y triste. Todos los troncos, efectivamente recios, tiesos como velas, magníficos, están negros, grises, cenicientos. Algunas copas parecen haberse salvado, pero nos explican que el árbol está muerto igual. Hay miles, decenas de miles, todos ahí plantados, rectos, muertos.

Trabajo para 20 cuadrillas durante 20 años. Y ahora hay que talar todo, y cuanto antes. Espe nos dice que les preocupa que se demoren mucho en la tarea porque las plagas se expanden en estas situaciones y hay riesgo de tener que talar también monte sano si se llena de coleópteros y procesionaria, entre otros.

Yo, que no sé muy bien que decir (normalmente al entrevistar hago bromas, no tengo miedo a meter la pata), intento “animar” diciendo que, al menos, talar y replantar todos estos bosques dará también mucho trabajo, pero rápidamente y por desgracia, me sacan de mi error.

Un par de años o tres. Se den más o menos prisa, y se organice de forma eficiente o no, talar y replantar el monte dará trabajo durante un par de años o tres. Después, a esperar. Además, “cuando se tale va a parecer esto un desierto. Nuestros hijos, en lugar de un bosque centenario verán, como mucho, lo que hemos visto nosotros. Y eso si no sigue pasando lo que está pasando, que tiene toda la pinta. La gente ahora está concienciada, pero en dos meses se han olvidado otra vez de nosotros”

Les digo que vamos a intentar que no, a seguir hablando del tema mucho tiempo después y a intentar promover el “turismo de incendio”, aunque me siento algo idiota diciéndolo y ellos no parecen tener ninguna esperanza al respecto. “Si ya casi no venían antes, ahora…” Y eso que La culebra es la cuna del lobo. Es la zona de Europa donde más cría y el turismo de avistamiento también era una inyección de riqueza en la zona, no sólo de lobos, si no también de ciervos.

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Ciervos de la Sierra de la Culebra | Foto de @nico.rodriguez.cresp+

Precisamente cuando estamos hablando de esto veo un ciervo por la ventanilla y Omar frena para que podamos verlo. No es uno, son dos. Dos hembras que se mueven con dificultad, con torpeza, temblorosas. Están chamuscadas y desorientadas. Nos miran, se levantan, no tienen mucha gana de echar a correr. Es horrible verlas así. Con lo emocionante que es ver animales en el bosque, sorprenderlos en un bosque muerto en cambio es descorazonador.  Empezamos a ir más atentos y al poco volvemos a avistar ciervo. Esta vez son cuatro, dos crías y dos hembras adultas, y esta vez si brincan y atraviesan el camino, huyendo de nosotros. 

Nos cuentan que los primeros días del incendio  hubo una enorme desbandada de animales que intentaba escapar de las llamas y se encontró con la frontera infranqueable del AVE. Aquello se convirtió en un cementerio. Qué rabia. 

 

Ellos han estado poniendo por su cuenta bebederos, construidos cortando garrafas y barriles, y aprovechan que pasamos por delante de uno de ellos para reponer el agua y dejar más pan. En una de esas paradas vemos a un ciervo cojeando, que prácticamente no puede moverse. Una de las chicas llora y nosotros, callados, no sabemos ni qué decir.

Lo barato sale caro

Subimos hasta un mirador/puesto de vigilancia que hay en un punto alto de la sierra. Ahí se ve bien hasta dónde llega la catástrofe. Todo, absolutamente todo, está calcinado, negro. Se ven varios puntos de humo, pero nos dicen que casi todo son brujas (remolinos de aire caliente que arrastran cenizas). Hacemos un alto para hablar un poco. Volvemos sobre las mismas ideas. El problema es la gestión de los montes. Eso de que“los incendios se apagan en invierno”, quiere decir que esto podría haberse quedado en un susto en lugar de ser una desgracia si el monte hubiera estado limpio. Y tener el monte limpio no es una “tarea liviana”, es un trabajo que podría emplear a muchos trabajadores todo el año y fijar población en la zona, pero se quiso ahorrar y ahora las pérdidas son inconmensurables. Aquello de “lo barato sale caro”. Escatimar en formación, en sueldos, en equipo (las brigadas de CyL son las únicas del país que siguen usando radios analógicas para comunicarse, radios que muchas veces no tienen cobertura en las zonas de sierra y que les imposibilitan comunicarse con los dispositivos nacionales que acuden a apoyar), ha significado echar por tierra el futuro de decenas de pueblos, calcinar la posibilidad de muchas personas de quedarse a vivir en ellos, empobrecerlos aún más.  También es un problema el protocolo de incendios, que data de los años 80. Le pese a quien le pese, el clima ha cambiado, los veranos no son iguales que entonces. La ola de calor de junio no fue normal. Y aunque lo fuese, que no lo es, no hay motivo para mantener planes de acción obsoletos, cuando ni siquiera la tecnología disponible es la misma.

 

La faena es que estaban a punto de declararlo Parque Natural, y eso hubiera supuesto más recursos e igual se habría solucionado todo más rápido. Ahora nada, claro. Zona catastrófica, si hay suerte.”

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Terreno quemado en la Sierra de la Culebra

La dejadez de unos, la desgracia de otros

Seguimos ruta hasta una pequeña granja de vacas cuyos propietarios han visto arder su trabajo de años. La nave, directamente, se ha desplomado. Las traviesas que delimitaban su zona de guardar al ganado han ardido. De milagro han salvado las vacas, que nos reciben con pesadumbre al llegar. Allí están las tres generaciones: una mujer que parece salida de un cuadro costumbrista, apoyada en doble cachaba (y encantadora, por cierto), Wenceslao, un hombre que nos recibe con una sonrisa y un fuerte apretón de manos, y un chavalillo desgarbado que vagabundea por allí, un poco ajeno al asunto pero mirandonos de reojo. 

La mujer “todavía del primero algo había quedado, pero el segundo…parece que tenía conocimiento el fuego, que venía a llevarse lo que había dejado la otra vez.”

Wenceslao nos cuenta que estaba todo el campo sucísimo, no solo el bosque si no muchas fincas privadas. “Hay un abandono total del campo, eso es lo que ha pasado”

 

Se han quedado sin decenas de pacas de paja con las que contaban para alimentar al ganado y nuestros guías les dicen que vayan a pedir, que están dando desde distintas organizaciones. Como tantos otros ganaderos, no están en redes y no les había llegado la información.

Turismo de incendio

Seguimos ruta, pasamos por un vivero de la Junta calcinado, por un refugio de burros…seguimos viendo ciervos y parando para dejar agua y pan. Uno de los chicos apenas habla, es todo pesadumbre. Volvemos al bar a tomar algo, y la gente del pueblo, que sabe a lo que venimos, se acercan para ayudar, pasandolos material gráfico que ha ido rulando por ahí estos días. Seguimos charlando sobre lo que ha pasado y lo que está por venir. Les escuchamos con pena, y admirados por su franqueza, por su conocimiento del campo y su amor por él, deseando poder ayudar más que componiendo un simple reportaje.

Les preguntamos cómo puede ayudar la gente desde casa. Nos dicen que había un bizum habilitado por redes, pero que poca cosa. Visitar la zona y apoyar los comercios locales, y poco más. El daño ya está hecho

Así que lo mejor que podemos hacer es eso, turismo de incendio, aunque suene a broma. Ir a ver aquello. Aún puede uno bañarse en las playas de Villardeciervos y Cional, y no deja de ser impactante ver lo que hace el fuego a su paso. La gente estará encantada de veros y tristemente, se ven más ciervos que nunca porque no tienen donde esconderse. 

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Niños en el embalse de Valparaiso después del incendio | Foto de @nico.rodriguez.crespo

Superhéroes con mochila de agua

De vuelta de Ferreras de Abajo pasamos por Ferras de Arriba y todo el pueblo está volcado con la causa y forrado de pancartas. Una nutrida panda de señores mayores está al pie de una de ellas “Ferreras de Arriba no se calla” y paramos para pedirles una foto. Continuamos hasta Cional, donde hemos quedado con David y su padre Luis. Ya está atardeciendo. El chiringuito de una de las playas de Cional es nuestro punto de encuentro (de verdad es una zona que merece la pena visitar, yo ya estoy viendo a ver cuando vuelvo). De nuevo nos montamos en su Jeep y nos llevan a una zona muy concreta, la zona que ellos mismos evitaron que se convirtiera en cenizas y terminara extendiéndose al pueblo y haciendo aún más honda la desgracia.  Ambos son brigadistas (o peones especializados) y nos comentan que su mujer y madre, respectivamente, también lo es. Toda una familia de bomberos forestales enamorados de los que hacen y de su entorno, pero castigadísimos por las condiciones y enrabietados por la mala gestión a la que les toca hacer frente. El propio Luis que estaba de vacaciones cuando estalló el primer incendio (recordemos que fue en junio, cuando el dispositivo no estaba al 100%), nos cuenta que llamó, pidiendo incorporarse y le denegaron esa posibilidad. Cuando los agentes del seprona y la guardia civil fueron de casa en casa instándolos a evacuar el pueblo, sin embargo, decidieron quedarse. Pasaron horas en el frente que formaba en el río; el objetivo era mantener el fuego a raya ahí, que no pasase al pueblo. David trabajaba al día siguiente (12 horas o más desde un helicóptero), pero estuvieron horas y horas y horas y horas combatiendo el fuego. Horas y horas sin medios, con una mochila y una pala, sin que nadie acudiera a apoyarlos. La rabia, la impotencia…Luis nos cuenta que, ya al final, lloraba. David se acuerda de cuando se prendió fuego un roble que crecía en medio del río. El roble en llamas, en medio del agua…

Finalmente, al día siguiente, una pavesa logró cruzar a la otra rivera, pero para entonces ya había medios en la zona y se pudo solucionar. Si no hubieran estado ellos ahí dejándose el pellejo, es muy posible que Cional hubiera ardido, o al menos que hubiera perdido otra gran masa de bosque, que en cambio resplandecía verde, a nuestro alrededor, en contraste con el negro de la orilla que teníamos enfrente. 


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Terreno quemado en la Sierra de la Culebra