Guillermo Rodríguez
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Como todos podréis imaginaros, nuestro querido Castillo de Villalonso, que tan bien nos acoge, ya había visto alguna que otra batalla antes de estas que nosotros estamos librando estos días.
Resulta que lleva nada más y nada menos que cerca de 600 años en pié. Aunque no le
podemos dar fecha de cumpleaños exacta, ésta se marca en torno a la segunda mitad del siglo XV (aunque ya había un castro en el lugar desde el sXIII). Llama la atención que, a pesar de encontrarse en territorio zamorano y pegando a la frontera con Valladolid, tenemos que dar gracias por su existencia a una familia de ascendencia gallega, los Ulloa, y a otra burgalesa, los Sarmiento.
La rama de los Ulloa que se asentó en la región, empezó a ganar mucho poder e influencia en toda la zona de Toro desde principios de ese mismo siglo XV, aunque llevaban por allí desde el siglo anterior. El primer personaje que hay que mencionar es Per Yáñez de Ulloa, padre del que a la postre sería el fundador de nuestro castillo. Este, con muy buen ojo, viendo que por la zona no había nadie que “cortase el bacalao”, empezó a adquirir terrenos y engrosar su patrimonio en lugares como Villalonso, pero también en villas de alrededor que quizá a alguno le suenen como Benafarces, Casasola, Peleagonzalo o Vezdemarbán.
Esto llevó a que finalmente les fuera reconocido por parte del rey en 1439 el mayorazgo de la región. Mayorazgo es, a groso modo, una forma de señorío (región que debían administrar y proteger), que conlleva la particularidad de que todas sus posesiones deben pasar íntegramente al primogénito de la familia de forma inalienable. Este señorío en principio no incluiría a Villalonso, según las menciones, hasta 1470. Para entonces, sin embargo, podemos afirmar que, aunque no hubiera aún sido reconocido como señor de la zona, el castillo ya había sido erigido. Había sido Juan de Ulloa, hijo de Per Yañez y casado con María de Sarmiento, quién mandó llevar a cabo su construcción en la zona, como emplazamiento defensivo para sus tierras, en algún momento entre 1450 y 1460. En resumidas cuentas, lo que se había avanzado al inicio del texto, hace casi 600 años.

Y es que en esta época Castilla, la bien nombrada, era algo así como Juego de Tronos, pero sin dragones. Todo el mundo se me mataba con todo el mundo por tener más territorios e influencia, se cambiaban de bando según soplara el viento y se encontraban con un ejército al despertarse igual que ahora nosotros con una buena cencellada. Villalonso estaba en el centro del meollo.
Así fue como el gran artífice de nuestro monumento, Juan, murió en 1476. Eligió mal el bando al que apoyar en el enfrentamiento sucesorio y se encontró con que Isabel I, (sí, la Isabel que todos conocéis y que estaba casada con Fernando de Aragón) que, hablando en plata, se lo cepilló y le quitó todas sus posesiones. Por suerte, su viuda, María de Sarmiento, aquella de la familia de Burgos, no tenía ni un pelo de tonta ni tampoco de mujer florero. De alguna forma, como diríamos hoy, le comió la oreja a Isabel o algún allegado suyo, y consiguió que ésta le concediera el perdón por el levantamiento de su difunto y le devolviese el Castillo de Villalonso. No sólo se las manejó para salvarse, sino que también pasó a ser la nueva señora de este (cosa nada desdeñable para la época). De ahí que, si buscáis por el recinto, encontréis no sólo el emblema de los Ulloa, sino también el de los Sarmiento. Con ella como soberana, se cree que se llevó a cabo la primera de las remodelaciones que tuvieron lugar en la estructura, adaptándola a las nuevas circunstancias derivadas de la aparición de la artillería. Básicamente, mandó engrosar los muros con materiales más resistentes a los “perdigonazos” de los cañones y además los acondicionó para poder colocar sobre ellos algún que otro que para su defensa. Durante las décadas siguientes, a lo largo del reinado de Isabel I, parece que todo se mantuvo tranquilo, o al menos, todo lo tranquilo que puede estar durante el final de la baja Edad Media. Si es cierto que se sucedieron varios señores Ulloa-Sarmiento en un periodo corto de tiempo ya que, por alguna de las mil y una posibles razones de la época, algunos de ellos perecieron.
Sin embargo, en las Guerras de las Comunidades de Castilla, aquel levantamiento liderado por Bravo, Padilla y Maldonado en contra de un rey de España extranjero, que ellos consideraban que no pintaba nada, Diego de Ulloa, el señor en ese momento (y junto a Juan posiblemente el más notable de todos los que hubo), de nuevo eligió mal el bando. Lo hizo en el comunero, que al término del conflicto fue el perdedor. Cabe mencionar el importante papel que jugó el castillo en tan famoso conflicto, siendo mencionado notoriamente en las crónicas en lo relacionado a la definitiva batalla de Villalar. Se ve, sin embargo, que en la familia debían tener un buen gen diplomático ya que Diego de Ulloa una vez más, aunque no sin antes haber pagado de 10.000 ducados de oro y ve tú a saber que más, consiguió el perdón del emperador Carlos, el primero de España y ya sabéis que número de Alemania.

Después de todo este trajín que hemos resumido, y visto que las cosas estaban más
relajadas por la zona, Diego decidió realizar la segunda remodelación. Transformó lo que hasta la fecha había sido castillo-fortaleza en castillo-residencia, más adaptado a las costumbres cortesanas que a las militares. Es decir, más cómodo y vistoso para las visitas y menos práctico y útil para la defensa y el combate. Ya no lo necesitaba.
Algunas décadas más tarde, el nuevo señor decidió trasladar su residencia del lugar y aquí es donde el castillo empezó a caer en decadencia ya que perdió mucha importancia.
Posteriormente, ya en el siglo XVII, con la fusión del mayorazgo con el señorío de Malagón, perteneciente a otro gran conde, sus títulos fueron postergados al tercer lugar del titular. Esto significa que, cuando los señores de Villalonso anteriormente eran solo señores de esta región, ahora este señorío venía (y pertenecía a este) detrás de Conde de Castellar y Marqués de Malagón, por lo que poco a poco fue cayendo, no en el olvido, pero si en la desidia.
Más tarde, éste pasaría a pertenecer a los Duques de Osuna, los cuales no le prestaron mucha atención más allá de cederlo, o alquilarlo, para eventos que así lo solicitasen. Este fue el caso de una película protagonizada por Sean Connery y Audrey Hepburn en los setenta, que fue rodada en él. Finalmente sería vendido a otra familia pudiente, con cuyo beneplácito se comenzó la remodelación que generó lo que hoy en día conocemos, que permite celebrar eventos y retroceder varios siglos al pasado en determinadas ocasiones, como la se avecina.
