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Carmen Abril Martín
Confesiones
Tengo que empezar el artículo confesando con vergüenza que no sabía apenas de esta tradición hasta que Nico me pasó las fotos. Le dije como un resorte “quéeee, cuéntamelo todo”. Me dijo que él no podía contarme bien, que tenía que hablarlo con alguna de ellas, así que me dio el número de Rocío. Charlamos 10 minutos por teléfono, en los que ella me pinceló los datos elementales de la celebración, pero me dejó bien claro también que lo que tengo que hacer es ir el año que viene, y así pienso hacerlo.
A Santa Águeda, en cambio, sí la conocía. La de los pechos en la bandeja. La Santa y mártir más visual, la más chocante, la más rocambolesca (y eso que la competición es dura).
Cuando íbamos con mi abuelo, cada Jueves Santo, a hacer La ruta de las 7 iglesias (las que fueran), mis ojos siempre recorrían nada más llegar la fría capilla de turno buscándola a ella. No era común que se diese el caso, pero a veces allí estaba, plantada, con su bandeja en la mano. Desde la primera vez que la vi y me explicaron su historia, para mí La ruta de las 7 iglesias se convirtió en La ruta en busca de la Santa de las tetas (en busca de Santa Águeda).
Las tetas son fascinantes (que se lo digan a Rigoberta), y más en una bandeja. Aunque duele solo de pensarlo, el factor bandeja lo envuelve todo en un halo de misticismo heroico. Santa Águeda ha sido siempre para mí la Santa con más fuerza, la favorita.
Llegado este punto, he de hacer otra confesión: que aunque conocía a la Santa (y de hecho tenía esta especie de fijación personal con ella, como imagino que sucediese a tantas otras niñas y mujeres), aprendí su historia de manera equivocada. En mi familia la imaginación abunda y a mí siempre se me contó que la Santa había cercenado ella misma sus pechos para disuadir a un cónsul romano que se había prendado de ella y que se la quería casar, como dicen ahora los reguetoneros.
¡Un automartirio, qué radical! La siega del atractivo físico como camino a la conservación de la integridad moral (en este caso religiosa), o como camino a dejar de ser hostigada por señores, vaya (igual que la pastora Marcela, Águeda decidió pasar de los hombres y entregar a Dios su virtud). Me parecía alucinante. Años después supe que fue el propio procónsul el que, tras ser rechazado, la envió a un lupanar. Al parecer y por milagro, incluso allí permaneció virgen, así qué la mandó mutilar por su insurrección. Esta versión me decepcionó un poco, no voy a mentir. Aunque, bien mirado, hablamos de un hecho que aconteció en la antigua Catania en el s.III; bien pudo la historia haber ocurrido de una forma o de otra, y no hay manera de saberlo de forma precisa (prefiero la historia de mi familia ¿vale?).

Parar un volcán
Lo que no sabía, ni bien ni mal contado, es que Santa Águeda había parado un volcán. En el 252 d.C, un año después del martirio y muerte de la pobre Águeda, el Etna empezó a erupcionar. La lava se desplazaba con lentitud maliciosa hasta Catania, pero, cuando pusieron frente a ella el velo de la Santa, paró milagrosamente. Qué bien les habría venido en La Palma encomendarse a nuestra querida heroína. Pero avancemos unos cuantos años en el tiempo -concretamente 1770-, hasta 2022. Santa Águeda, además de La Santa de los pechos en la bandeja, es todo un icono y su día -el 5 de febrero- se sigue celebrando con regocijo y devoción en España -y, de un modo especial, en Castilla y León- aunque en algunos pueblos más que en otros.
Así pues, hace poco más de un mes se celebró Santa Águeda y, por azares del destino, nuestro amigo Nico estuvo en una de esas celebraciones y la inmortalizó. Ahora, en la semana del 8M, apetece más que nunca recordarla, pensar en ella y compartir con todas vosotras esta breve sumergida que hice por teléfono (gracias, Rocío) en una tradición muy profunda a la que dio lugar la Santa y que algún día espero poder bucear.
El día de las Águedas en Andavías (Zamora)
“En Santa Águeda, las mujeres mandan”
La tradición se remonta al 1713, o por lo menos esta es la primera vez que aparece recogida en un libro (aunque vete a saber.)
En Santa Águeda, las mujeres mandan y de un modo especial tres de ellas: la alcaldesa y las mayordomas. La alcaldesa es más una figura simbólica, las que se encargan de organizar y preparar todo son las mayordomas.
Antaño comían aparte, en otra sala, solas las tres, pero ahora comen todas juntas. La tradición se conserva, pero también se va adaptando, como tiene que ser.
Los mandos rotan cada año, por supuesto, y se dejan establecidos el último de los cuatro días de celebración (ajá, hay cuatro días -la ocasión lo merece-, ahora mismo los desglosamos), así las mayordomas tienen el año para prepararlo todo.

Las Águedas es una cofradía de mujeres casadas. Para ser Águeda hay que estar casada por la Iglesia. Esta norma también se está ablandando, pues, siendo pocas las mujeres que quedan en el pueblo, no es caso de ponerse exquisitas. Este año le ofrecieron entrar a formar parte por primera vez a una mujer soltera (lo rechazó, orgullosa) y también a una casada por lo civil. Esto último suscitó más revuelo ya que, tal como me dice Rocío, “yo me casé por la Iglesia prácticamente para poder ser Águeda (se quedaba pasmado el cura cuando se lo dije en los días de preparación prematrimonial)”
Pero hay que adaptarse porque son menos, y algunas muy mayores. A las Águedas más veteranas se las va a visitar a casa porque no están ya para los trotes que supone la celebración.
Como decía, la fiesta no es sólo el día de Santa Águeda. Aquí un pequeño glosario de las actividades que abarca la tradición:
Día 04.02: Vísperas
A misa todas juntas, todas arregladitas y después a tomar un chocolate cortesía del ayuntamiento (esto antes no se hacía, ha sido un añadido posterior). La merienda no puede alargarse mucho porque a las seis de la mañana empieza la Alborada, que consiste en ir, acompañadas de un tamborilero (que también las ameniza durante el chocolate), de casa en casa a despertando a las Águedas, anunciando que ha empezado la fiesta.


Día 05.02: Santa Águeda, día grande.
A la una, misa con traje de gala. Traje de gala = traje de Carbajal. El traje es una joya en sí mismo. Lo normal es ir confeccionandoselo una misma con el tiempo, además de porque es divertido, porque si no sale carísimo. Me las imagino en los meses anteriores, juntas en una casa al amor de la lumbre, confeccionando o remendando, haciendo ganas para el evento.
Los motivos del traje de Carbajal a mí, personalmente, me recuerdan un poco a los motivos arabescos. Se parece a otros trajes regionales castellanos, pero más soberbio, más complejo y recargado, y también más abrigado. Los trajes de Carbajal reluciendo bajo las luces tenues de la iglesia, los moños apretados, solemnidad. No lo he visto pero ya me lo imagino. Al salir de misa, vermut por la plaza (también hay que frontear un poquito) y comida todas juntas.
Por la tarde, una de las mayordomas invita a bollo blanco (dulce típico de la zona) en su casa (pinchar sobre el link para conocer la receta). Y a la verbena!!!!



Día 06.02: Salto al piorno.
Lo primero es lo primero y no hay lugar para la resaca: Misa por las difuntas vestidas de calle, pero luciendo (obligatoriamente) la medalla de santa Águeda. Al salir de misa a ponerse de nuevo los manteos y al vermut/comida. Después, se empieza a preparar el piorno. Piorno es un arbusto de la zona, que cuando está en flor es así de precioso y refulgente

y que se prende en llamas y se salta y seguramente sea el motivo por el que habéis clickado en el link del artículo, porque es algo que no se ve todos los días (si acaso, solo en San Juan, pero en una versión muchísimo más cutre y deslucida).
Al caer el sol y terminar el rito, se asignan los cargos de mando para el año que viene, normalmente por lista y se celebra otra verbena.



Día 07.02: correr el gallo.
“Los maridos no pintan nada en esta fiesta, solo el día del gallo, que los invitamos a cenar”.
El día siguiente, un poco a modo de redención tras un finde de comadreo intenso, era tradición que las mujeres fueran de corral en corral por las casas robando gallos que después cocinarían para invitar a sus maridos. Eso sí que tenía que ser divertido de ver. Todas tenían marido porque, acordarse, las Águedas es una cofradía de mujeres casadas por la Iglesia. En teoría tienen que estar también empadronadas en el pueblo, o por lo menos haberse casado allí, sin embargo, del mismo modo que lo de ir de corral en corral robando gallos se ha dejado de hacer porque resultaba conflictivo, y se ha añadido el chocolatito porque resulta divertido…a veces las cosas tienen que adaptarse para durar. Y que duren.
Crítica anti-críticas
Se puede uno poner crítico “sí, se les dá un día de importancia y el resto del año invisibilizadas, es un paripé de contención”, podría argumentar algún quisquilloso, pero no es así: nadie “les da” nada. Es una tradición que ellas han establecido, mantienen viva y celebran. No es una concesión, es un finde de regodeo en lo femenino, y no en lo femenino contemplativo, sino en la unión femenina, en la comunidad, en la amistad, en los cuidados mutuos, en la sororidad, en la diversión no mixta! Es una maravilla. Viva Santa Águeda, icono máximo y retentora de volcanes, vivan Las Águedas, sus hijas. Viva Zamora y Andavías, y la Castilla que amolda su tradición a los tiempos que vive sin dejar que pierda en el camino ni un ápice de su esencia. Ah, y vivan todas las mujeres del mundo (y las castellanas más).
