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TE QUIERO, DIEGO (Matirock Fest)

⏰Tiempo de lectura: 3 min

LPR Magazine

Antecedentes

Diego Benito, 30 años. Es el Dj de Zetazen (y dj por su cuenta, Dj Garlim), es dulzainero de los Dulzaineros del Picozo y es el alcalde de su pueblo, La Matilla (Segovia). También es castellano de Castilla. Solo por eso, por encarnar esas cuatro cosas fundamentales -modernidad, tradición, compromiso contra la despoblación y castellanidad-, ya nos interesaría como revista. Pero es que Diego no nos interesa, le queremos. 

Le conocimos porque él mismo, al ver que íbamos a celebrar un evento en Cerezo de Abajo (Segovia), nos escribió para preguntar si podía venir con su grupo de dulzaineros a tocar. Le dijimos que “EVIDENTEMENTE” y lo que no sabíamos, ni él ni nosotras, era que su grupo iba a salvar literalmente el evento. El restaurante que lo acogió resultó no ser lo que había prometido y, no entraremos en detalles ni en beef, pero por no haber no había ni altavoz ni equipo de música. Habíamos preparado listas de Spotify con mucho cariño para bajar los judiones a través del bailoteo, y de pronto esa posibilidad se había esfumado. Por suerte ahí estaban ellos. Salvaron el evento y que el factor música fuera enteramente folk en directo fue incluso mejor que si hubiera habido que combinarlo con Spotify. 

Ahora bien, no venimos a hablar de los judiones en Cerezo de Abajo ni de lo increíblemente bien que nos lo hicieron pasar los Dulzaineros del Picozo. Hay un LPR23 hecho por Lucía Burón que lo muestra muy bien (aunque en el vídeo no se oyen los VIVA CASTILLA, las conversaciones ni las risas). Venimos a hablar del Matirock Fest. Y esto es un un poco lo mismo que hablar de Diego, porque sin Diego el Matirock no existiría. 

El Matirock Fest nació antes de que el virus se hubiera ido del todo, el año pasado, cuando las restricciones aún estaban ahí y todo era un ni-sí-ni-no. Tenían tantas ganas de sacarlo adelante que no podían esperar, así que se hizo según las normativas vigentes entonces: con sillas, mascarillas, separación…Nosotras no estuvimos, pues aún no conocíamos a Diego, pero debió ser muy especial. Este año, que ya tenemos la suerte de conocerle, sí hemos estado.

Al lío

El Matirock Fest es un festival de música urbana que se celebra en La Matilla, un pueblito segoviano de 80 habitantes que le da nombre y plaza. Diego lleva ya tres años al frente del ayuntamiento, inyectando ilusión, vida, ideas y ganas en el municipio. Como, aparte de la geografía, la ordenación territorial y el folklore, su especialidad es el movimiento urbano, es natural que les haya salido por aquí (por cierto, tiene mucho más mérito abandonar Madrid para irte al pueblo cuando eres colega, dj y productor de Natos y Waor, conste en acta).

Si ya nos encantaba el Covaleda Fest (del que hablaremos también en su momento) por unir los conceptos “Música urbana” y “Soria”, imaginaos esto. 

Un festival urbano en La Matilla. Con Zetazen, Beauty Pikete, Dirty Suc, Eco, Jnkr Akr, SamuraiEl moderneo más extremo en la castiza placita de un pueblo que, de pequeño, no tiene ni tienda (aunque sí bar, gracias a la gestión de Diego). 

Su lema por unos pueblos vivos y llenos de cultura”.

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"urban vibes in our rural world" @matirockfest

Confesiones y reflexiones

Teníamos otras opciones apetitosas para ese sábado. Era el día fuerte del Sonorama Ribera y también el de las fiestas de Peñafiel. Desde Valladolid, ambos planes nos pillaban más a mano -y creednos, nos apetecía ver a C Tangana y vivir el Chúndara-, pero no estaba en nuestros planes defraudar a Diego. Eso, y también que ya vale de ir todos siempre como un banco de sardinas a los mismos sitios. Los planes grandes y afamados siempre van a estar ahí; año tras año, con ligeras variaciones, son lo mismo.  En cambio, darle de pronto una oportunidad al plan más pequeño de la baraja (pues es muy típico verse con varias cartas en la mano un finde de verano), puede sorprender, y con ello se apoya también al pez pequeño, que no está de más. Además de eso, y de nadar más holgado, salirse del banco de sardinas supone reencontrarse con la magia olvidada del factor sorpresa, de lo inesperado, de lo nuevo. No saber qué leches vas a encontrar cuando te montas en el coche y pones rumbo suele envolverlo todo en un ambiente de aventura muy gratificante a posteriori, pero es verdad que, por encima de todo eso, y después de la salvada que se había marcado Diego en el evento de los judiones, no queríamos fallarle. Y no nos falló el a nosotras. 

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Concierto del Matirock Fest

Cómo nos alegramos de haber ido. Nos recibieron los brazos abiertos de Diego, que rápidamente nos hizo sentir en casa. La plaza, completamente circular, como si fuese un reloj de sol gigante, estaba un poco vacía al principio y se estaban haciendo las pruebas de sonido porque la cosa se había retrasado. Nosotras en su lugar -lo hablamos tomando la primera cervecita en la misma plaza, donde se habían dispuesto un par de barras- habríamos estado desquiciadas, nerviosas por la poca afluencia, por la demora, preocupadas en general: Diego estaba resplandeciente. Una sonrisa de oreja a oreja, los ojos brillantes: se le salía el alma de puro ancha por las orejas. Daba gusto mirarle. Estaba ahí, apoyando las pruebas de sonido, de un lado para otro, hacía bromas, hacía que todos estuvieran a gusto con su actitud. Ese ratito previo casi fue suficiente para que valiera la pena haber ido hasta allí. Lo decimos en serio. Fue un chute de inspiración ver en primera línea a alguien completamente poseído por la ilusión por lo que está haciendo, sin ojos para nada más. 

También estaba allí Samu, otro de los dulzaineros y Juankar, un colaborador y amigo suyo que también estuvo animando el cotarro en los judiones y que empezó a llamar a la gente a primera fila porque había preparado un pregón.

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Concierto del Matirock Fest

El pregón fue precioso y cuando terminó, Eco empezó su concierto. Gafas Versace, pikete espacial, un rollazo de escándalo. La plaza se fue llenando y entendimos que Diego, además de ilusión, tenía confianza. Sabía que la gente, aunque se hiciera la remolona, acababa apareciendo. Fue un concierto de mucho rap, pero un rap muy fino y actualizado, podríamos hablar de trap con raíces (con raíces hiphoperas). Cuando terminó ¡sorpresa! dos chavales en peto de peña subieron a entregarle un sencillo trofeo de madera, conmemoración por haber participado en Matirock 22. Un toque muy rural y encantador para poner el broche a un concierto galáctico. Después subió Juankar (el del pregón, aparece en la primera foto) que, aunque con un pikete más sobrio, también hizo un despliegue de estilo, de rollo y -sobretodo- de barras. Se notaba que había años de curación, mucha pureza.

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Hablando de piketes, después de Juankar le llegó el turno a Beauty Pikete, el flow con patas, colaborador habitual de gente que vive en el meollo mismo del urbano como Kabasaki, Love Yi…y entre vosotros y yo, un tío con más rollo que el propio C Tangana, con quien, por cierto, tiene también una colabo, que linkeamos y en la que participa también el artista que subió después, Dirty Suc. Ambos de Vigo, ambos orgullosos de serlo (una vez más, qué envidia el regionalismo gallego), y ambos, en serio, purito flow urbano, de estos artistas que a la vez te engorilan y te ponen a perrear. Se cantaron un par de temas juntos al final del concierto de Dirty Suc (que fue el favorito de nuestro cámara, como se puede adivinar por el último LPR23).

Samurai en el Matirock Fest
Samurai en el Matirock Fest

Le tocaba el turno a un pase muy especial de la noche, el de Samurai. La historia de Samurai con el Matirock es especial porque hacía un año, el festival había sido su lugar de debut; la hermosa plaza redonda en la que estábamos había acogido su primer concierto. Después ella ha subido como la espuma, y de hecho al día siguiente tocaba en el Sonorama, pero esas cosas nunca se olvidan así que volvió a La Matilla sin dudarlo. 

La Matilla tampoco se había olvidado de ella. Para cuando empezó su concierto, la plaza estaba ya a reventar y nos sorprendió descubrir que el grupo al completo de chavales del pueblo (de 13, 14 años) , se sabía absolutamente todas las canciones y las cantaba a voz en grito. Fue un concierto dulce y buenísimo, como ella y su grupo y, cuando terminó, llegó Zetazen.

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Matirock Fest

Con Diego a su espalda, Zetazen dio un concierto digno de un estadio, y por el ruido que salía de la plaza lo parecía. Nosotras no conocíamos tanto las letras como para cantarlas, y en parte lo que más nos gustó fue ver a Diego. Nos pasamos casi todo el concierto mirándole a él. Estaba ya en su faceta de pro, con las gafas de sol de espejo puestas y el chalequito de maleante, pero aún parecía un niño en su primera comunión, sonrisa de oreja a oreja, llevando el ritmo con saltitos de pura felicidad eléctrica. También era bonito ver la complicidad entre ambos -rapero y dj- que se lanzaban miradas y cabezadas cómplices y sabían a la perfección qué iba a hacer el otro en el segundo siguiente. Esta complicidad amistosa culminó en una tarta de cumpleaños al final de concierto, que acompañó al correspondiente trofeo Matirock Fest 22.

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Zetazen en el Matirock Fest

Cuando el concierto terminó llegó -con perdón de Zetazen- el plato fuerte de la noche: la sesión de Dj Garlim. Se supo porque Diego se quedó solo en el escenario, pero solo unos segundos ya que rápidamente los quintos del pueblo (este año había 2) subieron a arroparlo con una pancarta gigante, más grande que la propia mesa que decía “DJ GARLIM MANDA”.

También podíamos haber titulado así el artículo, pensándolo bien. 

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Matirock Fest

Dos horas y media de puro reggetoóoonnnnnnnnnn (con algún salpicón de trap, vale). Nadie indiferente: la pista prendida en llamas. Os lo podemos asegurar, porque en un momento dado nos subimos al escenario con él para verlo bien desde allí (ya nos quedamos a bailar un rato, tampoco os vamos a engañar). Nos bajamos, seguimos bailando en primera fila como si no hubiera mañana, y llegado un punto nos atacó el sueño y nos fuimos a dormir debajo de un almendro. Diego había insistido mucho en que nos daba casa (al menos sofá) donde dormir, pero estamos loquísimas, hacía una noche espléndida y llevábamos mantas en el coche, así que pasamos lo poco que quedaba de noche roncando al raso bajo las estrellas y bajo el almendro (como Eloísa), culminando nuestras aventura quijotesca con satisfacción y con la melodía y el olor del Matirock todavía pegadas al cuerpo. Seguras de haber estado en el lugar correcto ese sábado de agosto. Te queremos, Diego.

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Fotografías de Tobi Sainz-Trápaga