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Todos los Santos en el Castillo

Todos los Santos en el Castillo

Tiempo de lectura: 5 minutos
Carmen Abril

Nos hemos casado con un castillo

Este proyecto -La Perdiz Roja Magazine- tuvo su Bautismo en la celebración de la Olla podrida entre los almendros (en un contexto familiar, reducido, tierno); su comunión, con juegos y todo, en los Judiones de la Granja en Cerezo de Abajo (no se nos da bien elegir nombres cortos) y quizá su confirmación fue en la Feria de Artesanas Castellanas de Tiedra.

Ha habido otros eventos geniales en nuestra trayectoria (así como hay muchos más saraos y ritos que los religiosos en la vida de todo católico), pero el caso es que Todos los Santos en el Castillo ha sido, sin duda alguna, el equivalente a nuestra boda.

Ya estábamos preparadas y lo teníamos claro , así que, después de muchos preparativos, mucha ilusión, y cantidades ingentes de estrés y curro, lo hemos hecho: nos hemos casado con un castillo. 

Nos hemos casado con nuestra intención de origen: promover que los jóvenes castellanxs se den cuenta de lo que tienen, se apropien de su patrimonio y de su entorno, que para eso es suyo, y se reidentifiquen con Castilla. Ese “manosea tus raíces” del que habla Cruzcampo, sólo que en este caso nuestras raíces son sillares de roca de tonelada y media y en vez de Cruzcampo teníamos Astromona, que es mucho mejor.

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Castilla para los castellanos

Más allá de todas las bobadas que vamos a relatar a continuación, la idea fundamental -del artículo y de la fiesta- es esta: Castilla es una tierra de Castillos. Por algo se llama así y eso. Hay muchas otras cosas, pero también sobretodo hay unos castillos de volverse locx. Están ahí, calladitos. Muchos están en estado ruinoso, muchos hiperprotegidos por ayuntamientos que quizá no les sacan todo el partido que podrían, otros perfectamente conservados y aprovechados. 

Este, el nuestro, el Castillo de Villalonso, está en manos privadas y se alquila para eventos (un abrazo para los propietarios que nos han puesto siempre límites, pero también facilidades). Probablemente, en caso contrario, no habríamos podido celebrar un tremendo jaleo medieval dentro, aunque quién sabe. Hay muchas cosas que dependen de las administraciones, pero las mentalidades están cambiando. Lxs jóvenes no somos una especie de trasgos destructores, y la administración tiene que ir dándose cuenta poco a poco.

 

Esta es otra de las ideas fundamentales -del artículo y de la fiesta-: todo el mundo trató el castillo con el respeto y la reverencia que este se merecía. Que era mucha. Es una fortaleza del sXII (reformada en el XVIII), es decir: que hace unos 1.000 años, personas cuya estatura media no superaba el metro cuarenta (¿habéis visto necrópolis medievales alguna vez?) se pusieron a tallar, acarrear y amontonar unos bloques de piedra del tamaño de frigoríficos para protegerse unos de otros. La circusntancia es funesta, la verdad. Hoy en día el panorama es bastante más alegre y erótico festivo, lo cual es algo que celebrar. El caso. Es magia que, tantísimo tiempo después, su trabajo permanezca intacto y nosotrxs, tiernxs personajillxs de la generación de cristal, podamos estar dentro, dándole un uso muy distinto al que ellos, nuestrxs antepasadxs mediavales, le habrían dado, y que con toda seguridad habrían envidiado

lo pensábamos todo el tiempo, en los días de preparación previa: “Ojalá los que construyeron el castillo pudieran ver la fiesta por un agujerito” (ojalá poder ver una fiesta de entonces por un agujerito, también). Es altamente probable que algunas de esas personas fueran los tataratataratabuelxs de algunos de lxs invitadxs. Y de alguna forma se notaba. No estábamos en portaventura, el castillo no era un decorado, era parte de nuestra historia, de nosotrxs. 

Se notó cuando llegaron los primeros invitadxs y , disfrazadísimxs, se dispusieron a explorar el castillo como una ola desbordante. No pensábamos dejar a nadie subir hasta lo alto de la torre, por lo que pudiera pasar, pero no pudimos contener su entusiasmo ni disimular el nuestro. La gente caminaba por el interior del castillo con una autoridad, con una determinación, con una familiaridad y un ímpetu… mucha gente terminó subiendo hasta arriba y al subir a regañales nos podía la ternura porque simplemente eran castellanxs en un castillx observandx Castilla.

Parecía que de verdad eran figuras medievales, que estaban en su medio, que sabían lo que hacían y conocían el castillo. Fue algo bastante emocionante y como regresivo, la verdad. 

Resumiendo: ¿Cuál es la manera más potente de que un joven castellano se identifique con Castilla? Pues plantándose en un castillo y pegándose la fiesta de su vida, claramente.

¡Daos cuenta!

Desde luego, lo ideal sería que no hiciese falta una fiesta para atraer a lxs jóvenes a su propio patrimonio, que estos se interesasen por sí solxs y acudieran cada domingo a una visita cultural distinta. Pero hijxs. Qué le vamos a hacer. Nos ha tocado un panorama laboral y social bastante incierto  y angustiante, los fines de semana queremos olvidarnos de que es muy probable que no podamos empezar a comprarnos una casa hasta los 45 años. 

Hay quienes, aún así, sacan hueco para nutrir sus espíritus, pero la verdad es que a la mayoría de lxs jóvenes de nuestro país le da la vida lo justo para pensar en pasarlo bien. Y tampoco pasa nada. En LPR les hemos tendido una trampa para que afiancen su castellanidad sin darse ni cuenta.

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Todos los Santos en el Castillo

Pero basta de hablar de nosotras y nuestras intenciones. Procedamos a la crónica:

No os vamos a aburrir con historias sobre la eslomada que supuso la organización y preparación de la fiesta. Es como un truco de magia, mejor si no se ve. Pero nos eslomamos, eso es así. Cuando el autobús de Zamora llegó nos pilló (literalmente) en bragas, poniéndonos aún los disfraces. 

Todo el mundo se disfrazó genial y traía unas ganas locas de pasarselo bien, pero lo de lxs de Zamora era otro nivel, la verdad. Encabezaba el grupo Nico, vestido de rata de la peste.

Desfilaron por el castillo. Pronto llegaron los buses de Valladolid y el castillo terminó de entrar en ebullición. Cayó la noche.

Los djs de Who is in Simancas pinchaban en el patio de los pitis -los primeros pitis eran arrojados fuera del gran cenicero medieval :(- , el reguetón burbujeaba tímidamente con una de nuestras playlist…

Antes de que las criaturas medievales se hubieran desmelenado del todo llegó el momento de las patatas. Está feo que lo digamos nosotras, pero QUÉ PATATAS. Constituyeron uno de los éxitos más rotundos de la noche. Estaban buenísimas, las de carne y las vegetarianas, y la cantidad fue la justa para que se pudiera repetir y para que pudieran cenar también los que llegaron tarde. Perdón por regodearnos en esto, pero nos regodeamos: chapó por nosotras. El ingrediente secreto fue muchísimo amor y el resto de ingredientes todos castellanos y de proximidad, que también hace.

Una vez abrebadxs, lxs asistentes dieron rienda suelta a sus bailes y performances. Había muchos frailes, muchos templarios, muchos reyes y también bastantes criaturas de fantasía. ¡Había varixs santxs! También campesinxs, de los cuales alguno que otro jorobado…

Llovió toda la noche, lo que nos impidió celebrar en condiciones el concurso de disfraces, pero los tres finalistas que habíamos elegido eran:

  • El condenado del capirote 
  • La Santa de las Mil lágrimas 
  • El clérigo más entregado. Se llevó el botijo de hidromiel, a pesar de que su disfraz no era tan fantasía estética como los otros, porque se había dejado crecer el pelo (es uno de esos calvos dignos, que ataja rapándose) para después cortarlo a lo fraile. Eso es compromiso con un disfraz.

La mazmorra del techno se abrió antes de lo planeado por la lluvia y los chicos de Who is in Simancas demostraron lo que es currarse una puesta en escena, guantes de luz, caretas de muerto…

Mientras, en el reggaeton, Elseisde calentaba sus platillos y a todxs lxs asistentes, que se peleaban por subir a la tarima. 

En el bar se despachaban Astromonas como sino hubiera mañana (no lo había) y la gente del pueblo de Villalonso se acercaba a curiosear y pedía gintonic.

Todo transcurrió a la velocidad de la luz, la verdad. La lluvia no dio tregua, pero los djs tampoco. JM Quintana en el techno, el debut de La presidenta en el reggaeton…Castora Herz elevó la apuesta que habían hecho los alumnos de Who currándose un set más castizo imposible (que incluía botella de anís como instrumento y elemento decorativo). El rey del pollo frito se marcó un concierto que ningunx de lxs asistenets olvidará (a diferencia de él, que posiblemente no recuerda nada de esa noche (es broma, te adoramos Andresito) y Chacho Cósmico prendió fuego al salón del reggaeton, por el que también se pasó JM Quintana, el dj anfibio. 

Lxs asistentes más eclécticxs danzaban de una sala a otra, extasiadxs por el contraste.  Lxs de estilo más definido, enconadxs en su sala respectiva, disfrutaban igual, sin interrupciones. 

Antes de darnos cuenta, llegó el bus de las 4. No pudimos hacer el escarnio público que teníamos planeado a causa de la lluvia, y para escarnio el que se merecen lxs traidorxs del bus de las 7 que se subieron de polizones en el de las 4. Peste negra pa’ vosotrxs. 

Las 7 también llegaron antes de lo deseado, y aunque trajeron chocolate caliente y bizcochitos (de nada la verdad), fueron bastante amargas. Nos habríamos quedado a vivir allí (especialmente los de Zamora, ¡saraut pa ellos!). Tocó en cambio volver a casa y a la realidad no medieval ni festiva en la que vivimos cotidianamente, pero desde el domingo se empezará hablar del siguiente encuentro en el castillo y os prometemos desde aquí que se dará pronto.  No tiene porqué ser Todos los Santos. Podemos celebrar el solsticio de primavera, o simplemente que nos gustan los castillos y vivimos en un sitio en el que, casualmente, hay un montón.

VIVA CASTILLA, LOS CASTILLOS, LXS CASTELLANXSY LO CASTELLANO

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